*Texto por Cecilio Agustín (voluntario y participante en el viaje a Madagascar 2017)

Hay realidades que uno cree conocer, porque lee algo, sigue los noticiarios, participa más o menos en campañas de sensibilización sobre la situación de algunos países en cuanto pobreza y exclusión social. Son realidades construidas desde la distancia.

Si este viaje ha superado las expectativas que de él tenía, es por el impacto que me produzco cuando por mis propios ojos y sentidos hago un ejercicio de inmersión de dieciséis días en un país donde los parámetros de la vida se rigen por distinto camino. Si bien, hay que dejarse impresionar y no buscar razones del porqué —que encontraríamos cientos— sino de abrir el alma y caminar entre sus costumbres, sus gentes, su paisaje y paisanaje y sus formas de vida.

Ahora bien, si salta a la vista la poca salubridad, la pobreza y la miseria con la que se vive en paradójico maridaje con la amabilidad y las sonrisas dibujadas en el malgache, no salí de mi asombre cuando visitamos uno por uno los proyectos llevados a cabo por Agua de Coco. Los conocía sobre papel, cada uno, lo que se hacía y cómo se llevaba a cabo, pero pude verlos directamente con la fuerza de sus objetivos alcanzables y cómo afectan a la población en la mejora y desarrollo de personas con sus rostros e historias personales (siempre que hablo o pienso en situaciones de necesidad quiero descender hasta cada uno de esas personas que así la está padeciendo).

Aunque hablar de los proyectos y la información ya lo hace la página web de Agua de Coco, no me quedo con la gana de manifestar la impresión que me produjo el verlos, ya que era inimaginable lo que vi con respecto a lo que creía que sería.
Así la Granja Escuela de Fianarantsoa, en mi idea de encontrarme un al uso como en España para campamentos veraniegos o estancias cortas para sensibilización del medio agro, me encuentro con toda una estructura y organización, y una extensión amplísima entre viñedos, arrozales, zonas de plantación para cada uno de los alumnos (70), pozo, zonas de cocina y comida, maderas, de animales (cerdos, gallinas, vacas, cebús, cabras), aulas, jardín botánico, que cubre la formación y preparación de los jóvenes para su posterior autonomía posterior, con un fuerte componente de preservación y formas de cultivo acorde con la zona. A los dos días siguientes visitamos en Andtsohamadiro la Escuela de los Zafiros, donde se escolariza y se da formación a 300 niños. En una ciudad donde se trabaja en las minas de Zafiros y donde la escolarización sería cero, ya que no hay una escuela alrededor, si no existiera este proyecto.

 

Una escuela en mitad de la nada, pero aún en periodo de vacaciones tenía vida de niños jugando, de madres, y de trabajo en levantar más estructuras o mejorar las existentes. Como se traía el agua para el abastecimiento de la propia escuela. Escolarización de niños que va acompañada de una comida al día (la única que hacen), recibiendo formación complementaria de temas de salud reproductiva y cuestiones higiénicas. Por la tarde estuvimos visitando el Tulear el Cinema Tropic, el CAM (Centro de Arte y Música), donde se realizan actividades de cine, góspel, banda de música, percusión-bloco, grupo de capoeira, de circo, donde se recoge entre quinientos y seiscientos jóvenes. Es impresionante en una ciudad que no da muchas oportunidades de diversión, ocio y formación a los jóvenes, nuestra ONG proporciona tantas actividades a jóvenes de barrios desfavorecidos (en una ciudad ya de por sí con índices de pobreza importantes).
Pero esto no queda ahí, porque al día siguiente estuvimos en la Escuela de Deporte, donde el fútbol, baloncesto, voley, etc. se les proporciona a estos jóvenes. ¿Cómo siendo una organización pequeña, puede llegar a tanto?

Pero quedaba por ver más proyectos. Centro de Educación Nutricional, impresionante, el Hogar Social para cuarenta niñas, la Escuela de las Salinas, proyecto para formación desde primaria hasta formación profesional, donde se acoge a 1.300 niños. Un proyecto hermoso de seguimiento y cuidado de ochenta madres que acaban de dar a luz. El Hotel Solidario, donde lo disfrutamos, y donde todos los ingresos revierten en los proyectos. El Centro de Educación Ambiental de Mangily con sus 28 hectáreas…

Mientras que escribo esto, no dejo de recordar y congratularme de participar de esta historia donde la eficacia, eficiencia, ilusión, esfuerzo y alegría, y con los pocos recursos de los que se dispone, cubren tantas necesidades y crea y construye esperanzas. Y aunque sea una gota de agua entre toda la necesidad existente en ese hermoso país, ¡¡¡bendita gota de agua!!!También estuvimos visitando talleres y manufacturas del país que junto a todos estos proyectos que nos estuvieron explicando, cogías mínimamente el pulso de una realidad social.

Pero lo que hizo de viaje que fuera especial y completo, es que junto a esa carga social, disfrutamos de la belleza paisajística. Porque la hermosura del Parque Nacional de Ranomafana (selva tropical) y el Parque Nacional de Isalo, con los lémures a un metro de nosotros, con sus cascadas y piscinas naturales, donde nos íbamos bañando a gusto de cada uno (porque el agua está más que fresquita). Sus rutas de senderismo, la playa de Mangily con la puesta de sol sacada de un libro de postales del edén. Y el avistamiento de ballenas, ya que era época de reproducción, hizo un viaje inolvidable.

Y por supuesto la convivencia de todos a medida que iban pasando los días, aumentaba en calidad la estancia, siendo pieza clave, Félix que en todo momento estuvo atento a cualquier necesidad que pudiéramos tener, y con el gracejo tarraconense (¡?) nos reímos a mandíbula abierta (jaja). Y un lujo que nos acompañara Paula, responsable de voluntariado y Namana allí en sito, donde por el conocimiento del idioma y de los proyectos nos lo hizo muy fácil y ameno.
Por todo esto es a lo que me refiero que superó con creces a lo que yo esperaba del viaje. Tuvo todos los ingredientes de diversión, sensibilización, turismo, deporte, risas, chopitos nocturnos (alguno cayo), buen rollo, seguridad, belleza y alegría. Alegría de saber todo lo que se está haciendo por el cumplimiento de los objetivos principales.

Gracias a Agua de Coco por este maravilloso viaje. Gracias por la hermosura del proyecto a cada uno que dedica tiempo y/o dinero. Y gracias a José Luis por ser, no solo el artífice de todo esto, sino por el entusiasmo y pasión que vuelca en todo. Un abrazo, y ahora me considero un hombre agradecido y regalado por una experiencia vital (hay un después de este viaje). ¡¡Amen!!!