20 de junio con un calor que ya empieza a apretar en Córdoba y a dos semanas del concierto de Kilema en Granada, tuvimos la suerte de pasar un rato con él y charlar de la vida en su estudio a las afueras de la ciudad. Rodeados de su universo creativo, de sus numerosos instrumentos desconocidos, de una decoración muy colorida con telas de Madagascar y de carteles de varios de sus conciertos, nos habló de sus reflexiones, siempre con mucha inteligencia, apertura y de forma reflexiva. Pero sobre todo, con la riqueza de un relato construido desde su experiencia de una vida nómada entre su ciudad natal, Tulear, y sus ciudades de acogida como París, Córdoba, así como los numerosos países recorridos a lo largo de su camino como músico.

Esta es una entrevista que da vueltas, entre opiniones, emociones, recuerdos, y sueños.

Hola Kilema. ¡Encantada! Podemos empezar con algo básico: ¿Me puedes contar cómo conociste Agua de Coco?

La verdad es que fue por casualidad, porque cuando me marché de Madagascar en 1993 Agua de Coco todavía no existía. Fue en 2000 la primera vez que volví a Tulear. Cuando pasé por el Cinema Tropic de siempre (sede actual del Centro de Arte y Música), escuché a alguien hablando en español… Y pensé, “¡¿pero y esto?!” Me acerco y alguien me pregunta:“¿Tú de dónde eres? ¿De Córdoba?¡No me digas!” Había ahí gente, voluntariado, y empezaron a explicarme: “Estamos basados en Granada, y aquí trabajamos con niños y niñas en Tulear para darles un poco de apoyo, sobre todo a los que están en la calle”.

Empezaron a hacer actividades ahí, pero no tantas como ahora, porque ahora es muy grande lo que están haciendo. A la vez cuando hablé de mí,conté que soy artista y se generó mucho interés por su parte.

Más tarde fueron conociendo lo que hacía y un día me dijeron: “Kilema, nos interesa lo que estás haciendo, sería magnífico que pudieras desarrollar un proyecto musical con las niñas de la Malagasy Gospel”. Cuando me enteré de que la gira de la Malagasy Gospel iba a pasar por España, me fui a verlas a Granada con mi familia, para conocer estas niñas de Madagascar y ahí es cuando ya empecé a tener mucho interés y a decirles que podían contar conmigo si querían colaborar.

Entonces cuando hicieron otra gira me llamaron otra vez, y a partir de ahí pues poco a poco me acerqué a los proyectos. Cuando no coincidía con mi trabajo y mis otros proyectos, colaboraba. Hemos hecho conciertos mágicos juntos. Y a partir de ahí poco a poco hemos ido conectando.

¡Ay! y te tengo que contar una historia bonita, reciente, de la última vez que fui a Madagascar. Yo conocía un chico guitarrista y cantante de Taiwán que quería que yo escuchase sus canciones para añadir mi toque, quería mezclar los estilos, las influencias. Justamente tengo aquí en Córdoba un vecino que toca la guitarra flamenca. Le mandé el proyecto y él también se animó. ¡Y al final grabamos todo un disco juntos! Y el disco tuvo mucho éxito grande en Asia.

Cuando le pregunté al músico de Taiwán lo que significaban sus letras, me contaba que como él viene de un pueblo de pescadores, habla mucho de la vida en un barco, pescando, de la soledad, y yo le dije: “¿ah sí? ¿Tu también? Porque el mío también. Tulear, donde nací, donde me criaron, es un pueblo de pescadores de toda la vida”. Lo vimos muy bonito así que decidimos irnos a los dos pueblos y hacer un documental que empezaba en su pueblo de Taiwán y que acababa en Tulear. Cuando llegamos a Tulear, necesitamos una furgoneta, y me acerqué a José Luis de Agua de Coco, y le presenté mi amigo de Taiwán. Éramos seis, los cinco de Taiwán y yo. Y José Luis nos dijo que teníamos que grabar algo con las chicas de la Malagasy. Así que nos pusimos a escuchar lo que hacían y ¡los taiwaneses alucinaron con el coro! Grabamos una canción, Salama, con ellas, que no ha salido, pero será pronto. ¿Ves? Estas historias… ¡Lo que la música mueve!  Siempre es esto…intercambios, encuentros, mezclas…y mucha emoción.

¿Tú conoces bien Tulear? ¿Y el Cinema Tropic es un sitio que siempre habías frecuentado tú?

El Tropic está muy cerca de mi casa. Lo conozco desde que soy niño. Me acuerdo de una época que íbamos a ver películas para mayores con una foto de tarjeta de identidad de otro amigo más mayor. Y luego no sé qué pasó, lo cerraron y ahora tiene otra vida. ¡Una vida muy bonita!

Cuando voy a Tulear cada dos años aproximadamente, tengo tiempo limitado, y paso para saludar. Veo lo que están haciendo en el Cinema Tropic. Cada fin de semana ves a los niños aprendiendo música, deporte, capoeira, judo, batucada. Ahora tiene mucha vida. Y la verdad que es una alegría ver esto, la batucada, la Bloco Malagasy ensayando, etc. Siempre cuando paso alucino.

Y sitios así dedicados al aprendizaje de la música no había, ¿no?

No, en mi época no. Esto es muy nuevo. ¡En nuestra época el único sitio para esto era el coro de la iglesia! Pero en mi familia era muy especial, somos muchos y muchos músicos, y nos rodeaba la música. ¡Estaba en la familia! Y también en el colegio, el Sagrado Corazón de Tulear, donde se formó un grupo de coro. Para nosotros la música forma parte de la vida, o se escuchaba, o se cantaba, pero lo tenemos en nuestro ADN.

¿Se puede decir entonces que en ese tiempo la música era muy accesible?

Si. En todos rincones había música, cada uno llevaba sus instrumentos o cantaba, o se fabricaban instrumentos con cualquier cosa… Pero hablamos de algo totalmente diferente hoy.

El día que me fui al CAM me quedé muy sorprendido cuando ví la presentación de cada grupo haciendo sus cosas, y la fanfarria. Hablamos de 50 personas, cada uno con sus instrumentos, con trompetas, trombones, tubas,…¡de esto sí que no había! Además, ya tienen alguien que les enseña… ¡estos niños tienen una suerte increíble! Veo muy positivo el acceso que tienen a instrumentos que serían muy difíciles de conseguir en la Isla. Es maravilloso que exista un centro de música así, porque tocar juntos les permite tener un grupo, los amigos, compartir mucho… Pero también permite un cierto tipo de competición, una competición positiva, que no tienes cuando tocas solo, de querer ser mejor, de querer mejorar para mostrar a tu amigo.

A la vez, para mi hay un lado más delicado. Para mi es importante que no se pierda el hecho de valorar lo que hay, incluso si hay poco, ser feliz con lo que tenemos. Cualquier cosita puede ser instrumento de música, porque la música es lenguaje universal y todo puede servir de instrumento. Es importante para mí que no olviden esto porqué también forma parte de la cultura malgache. Inventar, reciclar, hacer cosas bonitas a partir de lo que hay.

El Centro de Arte y Música, y los proyectos de Agua de Coco en general, ¿los ves como herramientas de emancipación social para estos niños y niñas?

Para mi educar se puede hacer a partir de todo. A través de música es maravilloso. Para que los niños no se pierdan en las calles.

Para mi educar se puede hacer a partir de todo. A través de música es maravilloso. Para que los niños no se pierdan en las calles. Están ganando, porque se puede salvar la vida de una niña de 12 años en una sociedad en la que se puede perder sola, si se va a las discotecas, a los restaurantes, esperando que alguien le diga “ven aquí”. Entonces esta labor lo veo como una cosa muy bonita. Lo veo muy necesario, pero luego pienso que llega un momento en el que ella o él tiene que hacer su vida, con su determinación. Escribir su propia historia. Esto quizá es lo que me preocupa. Pero creo que tener la suerte de que la eduquen, la preparen, le enseñan muchas cosas, lo que puede ser una vida con futuro, una vida diferente, hace que luego cuando llegue a una edad tenga más fuerza y más oportunidades.

Y también conociendo la realidad de ahí otra cosa que me planteo es ¿hasta cuando? Cada año hay niños que necesitan este apoyo, y hay cada vez más. Y por esta parte, genial, ¿pero cuando se parará todo esto, estos problemas, esta necesidad? ¡Esto tiene que tener un final! Hay que pensar de dónde viene todo para erradicar el problema en vez de aportar soluciones. Y eso nos hace pensar a un nivel más alto, a nivel político, a nivel mundial.

¿Hasta cuando? Cada año hay niños que necesitan este apoyo, y hay cada vez más. Y por esta parte, genial, ¿pero cuando se parará todo esto, estos problemas, esta necesidad? ¡Esto tiene que tener un final!

Pero pienso que la labor es muy bonita. Yo como músico, cuando veo todo esto me emociono. Veo algunos niños que empezaron muy jóvenes y luego lo ves ahí ,en un escenario, independientes ya de Agua de Coco, y piensas:” vale, ¡ha creado algo!”. Yo sí conozco, cuatro o cinco estudiantes que, a nivel nacional, han podido seguir su carrera. Aprenden poco a poco y cuando tienen la base se buscan otra cosa porque les gusta. Y cuando empiezan a crear, a juntarse, si que es muy bonito. Veo algunos que ya están haciendo giras por todo Madagascar y ¡qué bien! ¿no?

Hay algunos que no se van a dedicar a la música, pero permite que tengan una actividad. Y los que llegan con un buen ADN musical, pues le da una oportunidad de seguir y desarrollar esta habilidad.

Este proceso vale para todos los proyectos de Agua de Coco. Los y las que hacen la artesanía, o las manualidades, pues si les gusta, tienen la suerte de poder aprender. Abriendo puertas, y abriendo oportunidades, esto es lo bueno que está haciendo Agua de Coco.

¿Como ves el país desde el momento que te fuíste en 1993 y ahora?

¡Madagascar estaba todavía en otra época! Otra manera de ver las cosas, sobre todo. Se notaban mucho los problemas sociales, sobre todo en las provincias. Había problemas de prostitución, sí. Pero eran mujeres más mayores, ahora hablamos de niñas. Cuando viajo y veo por ejemplo el turismo sexual con niñas de unos 10 o 12 años, todas en la playa. Esto antes no lo veía. Hay un cambio brutal. Quizás sea por la pobreza, quizás por la situación… lo que veo es que hay como una moda de correr detrás de los extranjeros, que vienen de fuera dando la sensación de que todo se puede conseguir a través de ellos.

Es un imaginario, una mentalidad que muchos tienen, y que tengo que reconocer que yo también tenía antes de vivir tantos años en Europa: que Europa es paraíso. Desde ahí no puedes imaginar que en Europa hay mendigos, o gente que saca comida de la basura. Si cuentas esto a un malgache en un pueblo, casi ni te cree. Esta es un poco la clave. Ahora desde lo años que vivo en Europa, entiendo la realidad que es, y que las dinámicas son las mismas de todos lados: pobres, ricos, desigualdades, etc. Poco a poco la información te entra en la cabeza, y se entienden las cosas con más complejidad. Pero ahí cualquier extranjero, aunque tenga poco dinero, pues ya para la realidad de ahí, tiene muchísimo. Ya la gente empieza a pensar, “llévame donde vives tú”. Las chicas, sobre todo. Diría que esta imagen que muchos tienen destruye la sociedad. O al menos destruye algunos valores, porque se busca el dinero fácil. La envidia no es positiva.

No puedes imaginar que en Europa hay mendigos, o gente que saca comida de la basura.

¿Tendrías ganas de decirle algo a los niños y las niñas del CAM?

Pues cada vez que voy ahí les hablo. Les doy ánimos, y les digo que no tiren la toalla porque la música en sí tiene futuro. Si te gusta, con suerte y trabajo, se puede conseguir una vida muy bonita. Con cierta voluntad se puede hacer. Implica sacrificio, y esto hay que aprenderlo desde niño, saber que no es fácil sino que hay que subir muchos escalones, y hay que ser muy humildes, muy honestos.

¡Y la escuela es muy importante! ¡No hay que dejarla! Así, si no sigues con la música, tienes otra cosa que puedes hacer. Primero, hay que estudiar, me decían mis padres. Y a partir de ahí, lo guardas como un bagaje, y si hay que sacarlo, pues lo sacas. Yo tenía mi licenciatura de inglés, ¿para qué me sirve ahora? ¿para ser maestro de inglés? ¡No! Para viajar. Me sirvió de mucho.

Primero, hay que estudiar, me decían mis padres. Y a partir de ahí, lo guardas como un bagaje, y si hay que sacarlo, pues lo sacas.

Y tú  realizas mucha sensibilización en Europa a través de tus conciertos didácticos en los colegios…

¡Ay los conciertos didácticos! La verdad es que para mí es un orgullo hacer esto. Ya son muchísimos colegios, y momentos mágicos. No pensaba hacerlo, porque el cuarteto ya es mucho trabajo , pero hice una apuesta personal por estos niños, por el futuro de estos niños de aquí, porque son los niños de los ordenadores, del iPhone, de los vídeojuegos.. Y tengo que admitir que hay cosas que me preocupan.

Y como soy músico, imaginaba un tipo de educación en valores a través de la música. Es mi forma de hablar, mi forma de transmitir las cosas.

¿Y qué valores? ¿Y cuál es tu forma de hacer?

Por ejemplo, les enseño una canción en mi idioma, en malgache, y se la aprenden, les explico que lo que acabo de hacer es como magia, porque con la música unes a todo el mundo. Les digo “Mira, hace un rato yo no os conocía, ni vosotros a mí, y ahora compartimos algo”.

Y luego otras cosas que estoy tratando hacer, es hablar de los contrastes. Abrirles una cierta conciencia, romper prejuicios. Hablando de Madagascar, digo que es un país muy rico, que tiene una riqueza que no puedes imaginar, pero con gente muy pobre. Esto es un contraste. Y luego otro contraste, otro aprendizaje es el que gente pobre puede ser gente feliz. Con la poca cosa que tiene, felices porque saben valorar las cosas que tienen.

Y lo digo porque aquí se nota que no se disfrutan las cosas. En nuestra sociedad tenemos de todo, se compra, se tira, los niños están con su iPhone, y se siguen quejando. Y claro, en este punto es donde empiezo a hablar de reciclaje, a partir de los instrumentos que traigo. ¡Los niños alucinan! Y no solo los niños, los profesores también.

Tengo un gran libro de memoria, en el que escriben “transmites paz, una alegría, y el mensaje que llevas…nunca se van a olvidar”. Porque lo hacemos de una forma que es súper lúdica para los niños, es interactivo, todos bailan, cantan, lo pasan muy bien, y el grano de arena va haciendo su camino hacia la tolerancia, el respeto, la apertura a la diversidad, la multiculturalidad, al consumo responsable…

¿Que nos cuentas sobre el concierto que vais a dar con tu cuarteto el 4 de julio en Granada?

Tras esta historia que nos une a Agua de Coco y a mí lo largo de los años, y con intensidad y frecuencia variable, me llamaron para este 25 aniversario, y yo encantado. Encantado de colaborar, y de hacer este concierto con la gente de Granada y sobre todo con Agua de Coco porque para mi es especial tocar para una ONG que trabaja en Tulear, en mi pueblo.

Donde se va a celebrar el concierto es un sitio fantástico. Y además tenemos preparadas muchas nuevas canciones porque va a salir un nuevo disco. Con suerte podremos mostrar las novedades por primera vez al público.

¡Ah! y algo que digo siempre, es que estos conciertos son para todo el mundo. Es música agradable con sonidos bonitos, muchas veces los niños pequeños ya lo entienden, ¡y les gusta mucho!

¡Espero que disfrutéis el concierto, y que me acompañaseis en este viaje!

 

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