Fotografía de Benito Pajares

En Madagascar, la combinación de inseguridad económica, escaso acceso a los alimentos y falta de recursos educativos agrava el riesgo de explotación laboral de los menores.
Esto se debe principalmente al bajo nivel educativo, causado directamente por la falta de infraestructuras y de personal cualificado, pero también por el precio del material escolar.
Estos factores constituyen un freno al acceso de los más jóvenes a la educación, lo que a menudo se refleja en su inserción laboral.

Aunque la edad mínima para trabajar es de 16 años, y la edad mínima para el trabajo de alto riesgo es de 18 años, el 47% de los niños de entre 5 y 17 años trabajan, el 32% de ellos en condiciones peligrosas. Los niños se emplean principalmente en el sector agrícola, sobre todo en la producción de pescado y vainilla, en el sector de los servicios a través del trabajo en la calle y la mendicidad, y en la industria mediante su fuerte presencia en las minas y la fabricación de ladrillos, entre otros.

Por otra parte, cabe destacar las tareas confiadas a niñas menores de edad. Estas niñas son aún más vulnerables porque son explotadas sexualmente con fines económicos por su propia familia o por terceros. Además, a menudo son ellas las que abandonan el hogar familiar para trabajar para familias adineradas, donde se encuentran en una posición de servidumbre doméstica.

La ineficacia del gobierno en la lucha contra la pobreza y el trabajo ilegal se explica por su propia falta de financiación, el escaso número de personal cualificado y la falta de equipos y
medios de transporte. Como consecuencia, los responsables que orquestan la explotación de niñas y niños malgaches quedan impunes, y el trabajo infantil sigue existiendo. El año 2021 representa un paso adelante en la lucha contra el trabajo infantil, gracias a las detenciones y condenas en casos de pornografía infantil y explotación sexual comercial.

¿Cómo ponemos fin a esta situación?

La Fundación Agua de Coco interviene en la provincia de Tuléar para ayudar a los menores a través de la educación, la formación nutricional y agrícola, el deporte y la música. Se presta
una atención especial a las niñas, que a menudo se ven obligadas a muy temprana edad a prostituirse y a contraer matrimonio para aliviar la carga económica de sus familias.
Para hacer frente a la inacción del gobierno frente al trabajo infantil, Agua de Coco ha fundado dos escuelas en las regiones de Tuléar: la Escuela de los Zafiros y la Escuela de
los Salinas. Con personal competente contratado tras completar talleres y cursos de formación, los niños son supervisados con el objetivo de que reciban no sólo una educación de calidad, sino también acceso a actividades educativas y lúdicas.

Nuestro Centro de Acogida Socioeducativo y Musical (CASEM) de Tuléar se centra en las artes y la música.Además, Agua de Coco está comprometida con la lucha contra la malnutrición a través de nuestros Centros de Educación Nutricional y el suministro de comedores escolares. De este modo, los niños reciben una nutrición beneficiosa, así como educación sobre los aspectos básicos de la higiene.
Además, la formación en agricultura, ganadería y ecoturismo impartida por las escuelas agrícolas de Mangily y Fianarantsoa permite a los jóvenes aprender a integrarse en la sociedad.
Agua de Coco garantiza la seguridad, la educación y la formación de estos menores con el fin de darles las claves de integración para su vida futura, ofreciéndoles al mismo tiempo una alternativa de trabajo en el presente. El entorno que se ofrece a estos niños favorece su desarrollo personal, educativo y profesional previniendo el trabajo forzoso casi sistemático.