Cada 20 de noviembre celebramos el Día Universal de la Infancia, una fecha que nos invita a detenernos y mirar a la infancia no como el futuro, sino como el presente. Personas con una voz propia, con ideas, preocupaciones y sueños que merecen ser escuchados.
Entre todos los derechos recogidos en la Convención sobre los Derechos del Niño, hay uno que contribuye directamente a dar voz a la infancia: el derecho a ser escuchado. Cuando dejamos que la infancia se exprese, cuando les damos espacio para opinar sobre lo que viven, estamos reconociendo su dignidad y también mejorando el impacto de nuestro trabajo.
Escuchar también es una forma de cuidar y proteger
Cuando damos espacio a la opinión de la infancia no estamos haciendo un gesto simbólico. Estamos reconociendo su capacidad de análisis, potenciando su autoestima y mejorando la calidad de las intervenciones sociales y educativas que diseñamos para ellos.
En Fundación Agua de Coco creemos firmemente que la participación infantil es esencial para el diseño y ejecución de nuestras acciones. Por eso, además de las evaluaciones integradas en todos nuestros proyectos y análisis del entorno, hemos llevado a cabo una importante labor de evaluación de proyectos por medio de encuestas a todos los niños y niñas que participan en nuestros proyectos educativos, sociales y nutricionales. Con estas encuestas podemos conocer su percepción del proyecto, su nivel de satisfacción, el impacto que tienen en sus vidas y posibles cambios o mejoras, haciéndoles partícipes de la toma de decisiones en los proyectos.
La voz de la infancia nos ayuda a mejorar
Algunas de las respuestas a estas encuestas nos hablan sobre sus motivaciones, sus preocupaciones y sus necesidades. Estas son algunas de las respuestas obtenidas durante las encuestas: “Estoy muy motivada porque ya no tengo miedo a pasar hambre”, “Cuando voy a la escuela también como, así ya no estoy preocupada”. Varias reconocen que si no hubieran tenido la oportunidad de entrar a la residencia habrían tenido un futuro muy incierto: “Si no estuviera aquí, tal vez ya habría tenido un hijo”, “Con una formación, nadie podrá venderme”.
Algunas de las peticiones que hacían varias niñas son referidas a necesidades muy prácticas y concretas: “Necesitamos un balón y una cancha deportiva en la residencia” y otros mostraban sueños más a largo plazo “Quiero que me acompañen hasta la universidad para lograr mis objetivos profesionales”, “Nos gustaría que Bel Avenir ayude a nuestros padres a encontrar trabajo”.
Escuchar sus voces nos recuerda por qué trabajamos: porque las niñas saben lo que necesitan, porque tienen claro lo que les hace sentir seguras, motivadas y felices, y porque su mirada es la brújula más honesta para seguir mejorando nuestros programas. En días como este, ellas nos enseñan que la defensa de los derechos de la infancia empieza siempre por darles espacio para hablar… y por estar dispuestos a escuchar.



