Hoy, 25 de Abril, Día Internacional de la lucha contra el Maltrato Infantil queremos poner el foco en la realidad que viven millones de menores en el mundo víctimas inocentes de conflictos armados.
Vivimos un momento histórico en el que podemos presenciar la crueldad de los conflictos en vivo y en directo, a todas horas. Conflictos recientes como el de Gaza o el recrudecimiento de la violencia en Haití nos están mostrando la capacidad de diferentes actores de hacer sufrir a una población mediante instrumentos no directamente relacionados con capacidades armamentísticas, sino con el abandono y la denegación de ayuda a poblaciones enteras. Estamos observando como el derecho internacional humanitario creado para proteger a las poblaciones en las situaciones de conflicto es ahora violado de manera reiterada, provocando el hambre a grandes masas de población y aislándolas para impedirles el acceso a la ayuda internacional y local. Y como siempre ha ocurrido, dentro de todas las víctimas, los más afectados son las niñas y niños, los individuos de la sociedad más vulnerables y que más desamparados quedan en los conflictos armados.
Antes mencionábamos el derecho internacional humanitario, pero, ¿en qué consiste? El derecho internacional humanitario es el derecho que regula las guerras, durante el conflicto, y es una rama del derecho dedicada a limitar el uso de la violencia en conflicto mediante, por un lado, la protección de aquellos que no participan en las hostilidades (los civiles y los combatientes heridos), y por otro, la limitación de la violencia al nivel mínimo necesario para lograr el objetivo que las partes se hayan marcado en su disputa particular.
El colectivo de la infancia, como mencionábamos más arriba, es el más vulnerable ya que quedan en una completa situación de desamparo tanto familiar como vital; muchos pierden a sus familias y quedan sin cuidado, y sus entornos vitales como el hogar y la escuela son muchas veces destruidos en los conflictos. Además, las niñas y niños sufren el daño a todos los niveles del conflicto, no solo a corto plazo, sino que el trauma generado condiciona su vida futura. En palabras del terapeuta Michael White, dentro de situaciones de tal gravedad donde un niño se acostumbra a la muerte y la pérdida, ‘’no solo pierden a quienes quieren y necesitan, sino también su sentido de conexión con la cultura, comunidad, historia y espiritualidad. Su sentido de pertenencia puede perderse. Como resultado de esto, pueden llegar a ser no-sociales en sus acciones, lo que puede tener importantes consecuencias sobre sus propias vidas y su comunidad’’. Se estima que millones de menores en todo el planeta necesitan apoyo y ayuda urgente en cuestiones de salud mental por los efectos que crean en ellos las guerras.
En conflictos como el que se está viviendo ahora en Gaza, los niños representan aproximadamente la mitad de los casi dos millones de habitantes gazatíes que se han visto obligados a abandonar sus hogares. A ello se une que alrededor de 17.000 niños y niñas han quedado huérfanos. La destrucción de instalaciones educativas y médicas atacan de forma directa a la infancia, no solo en tanto que hacen peligrar sus vidas, sino también a largo plazo debido a que interrumpen su aprendizaje y limitan su acceso a la atención médica. Los ataques a edificios civiles como estos son premeditados y forman parte de estrategias para limitar el futuro de una población, de la infancia, atacando directamente a su desarrollo futuro y por tanto al progreso de esa sociedad. En datos de la ONU, desde 2005 se han contabilizado más de 13.900 ataques a escuelas y hospitales alrededor del mundo.
A estos efectos a largo plazo se unen los más acuciantes, como es el surgimiento de situaciones de desnutrición infantil a razón del conflicto. En Gaza la propia ONU ha señalado que se está utilizando el hambre como un arma para provocar desnutrición entre grandes colectivos de población, especialmente menores. En el norte de la franja de Gaza el 16% de los niños y niñas menores de dos años sufre desnutrición aguda, y en el sur de la franja, la región que más recientemente ha sido atacada, la desnutrición aguda ya viene afectando a un 5%. Si bien en un conflicto armado se prevén bajas militares, la agudización y enquistamiento del conflicto acaba provocando una crisis humanitaria, que es el contexto que aumenta exponencialmente la cifra de muertos, especialmente infantiles. Las operaciones humanitarias en la región se enfrentan a graves riesgos y dificultades en el acceso, lo que está provocando una falta generalizada de alimentos nutritivos, agua potable y servicios y suministros médicos básicos.
Si bien esta no es una problemática exclusiva de este conflicto, y podemos encontrar violaciones a la infancia en conflictos armados por todo el mundo; de hecho, este último año 2023 fue un año devastador para la problemática de los niños afectados por las guerras, habiendo sido el año donde mayor número de violaciones graves (27.000) fueron verificadas por las Naciones Unidas, siendo mayoritarias en los siguientes países: Haití, Níger, Etiopía, Mozambique, Ucrania, República Democrática del Congo, Palestina, Somalia y Sudán.
Los datos vienen siendo alarmantes desde hace tiempo: se han contabilizado y verificado desde 2005 por parte de la ONU más de 266.000 violaciones graves contra niños y niñas en más de 30 situaciones de conflicto en África, Asia, Oriente Medio y América Latina. Así mismo la tendencia desde aquel año es ascendente, el numero anual de violaciones a la infancia ha ido aumentando. En cuanto a muertes y mutilaciones las cifras también son devastadoras, contándose desde 2005 más de 104.100 niños muertos o mutilados.
Estamos por tanto ante una situación de extrema urgencia y en la cual resulta alarmante que no exista ningún tipo de mejoría. La violación sistemática del derecho internacional humanitario está siendo explícita en el conflicto de Gaza mientras el resto del mundo observa. Mientras tanto, la ayuda humanitaria continúa teniendo dificultades para llegar a la población necesitada, acrecentándose situaciones de abandono, desamparo y desnutrición de poblaciones enteras, también mientras el resto del mundo observa.