Como vivimos ayer, 28 de abril, España y Portugal sufrieron un apagón eléctrico sin precedentes. A las 12:33 horas, en apenas cinco segundos, se perdió de forma inesperada el 60% de la demanda nacional, provocando el colapso de la red eléctrica y dejando a millones de personas sin luz. Trenes, semáforos y redes de telecomunicaciones se detuvieron, generando confusión en las ciudades. A pesar de la magnitud del corte, no hubo incidentes graves y la seguridad de la población pudo mantenerse.
¿Pero cómo se vive esto en otros lugares? ¿Sigue siendo algo extraordinario?
En Cuba, por ejemplo, la crisis energética se ha vuelto parte de la vida diaria. Los apagones son constantes y dificultan tareas básicas como acceder a agua potable, conservar alimentos o incluso cocinarlos. En los próximos días, el gobierno planea cortes por sectores y horarios rotativos debido a la falta de capacidad de generación eléctrica. La situación ha obligado a muchas familias a recurrir al carbón para poder preparar sus comidas.
¿Y en nuestros países beneficiarios?
En Madagascar, la falta de electricidad no es un hecho aislado, sino parte de la vida diaria. Solo un 36% de la población tiene acceso a la red, y aun así, los cortes son constantes. Esta situación supone que tareas tan básicas como estudiar, recibir atención médica o simplemente conservar alimentos sea tremendamente complicadas. Aunque han habido intentos para que las energías renovables aumenten no ha sido suficiente. Por lo tanto, muchas familias siguen enfrentando largos días sin luz, dependiendo de soluciones improvisadas para seguir adelante.
En Camboya, aunque normalmente hay electricidad disponible en grandes ciudades como Phnom Penh, las sequías extendidas han forzado la programación de interrupciones diarias. Esto, de nuevo, obstaculiza el empleo, la formación y el acceso a servicios fundamentales, en particular para las familias más desprotegidas.
Para lo que nosotros fue un hecho excepcional, para millones de personas en otras partes del mundo es una realidad. La falta de acceso a la electricidad limita oportunidades, y pone barreras al desarrollo de comunidades enteras. Desde Agua de Coco, seguimos trabajando cada día para que, entre otras cosas, la luz sea un derecho accesible para todos.
¿Como hacemos frente en nuestros proyectos a esta inestabilidad energética?
En ONG Bel Avenir (contraparte única de Fundación Agua de Coco en Madagascar) acostumbrados a los constantes cortes de luz han implementado todo un sistema de respuesta que cuenta con diferentes medios: Utilizamos placas solares como fuente principal de energía limpia, complementadas por generadores que aseguran el suministro en situaciones críticas. Además, contamos con cocinas de carbón que permiten continuar con la preparación de alimentos sin depender de la electricidad, por otro lado nuestras escuelas no dependen de la electricidad, por lo que pueden continuar con las clases a pesar de los cortes eléctricos. Para proteger nuestros equipos, disponemos de un regulador de voltaje, y una carga de respaldo de 30 minutos que nos ofrece un valioso margen de tiempo para actuar ante cualquier interrupción.
Por otro lado, la población de Madagascar enfrenta los cortes eléctricos frecuentes con soluciones adaptadas a sus recursos y características de su entorno. Muchas familias recurren a lámparas de queroseno, velas o linternas recargables para la iluminación. En áreas rurales, donde el acceso a la red eléctrica es limitado o inexistente, es común el uso de pequeñas instalaciones solares domésticas. Algunos hogares y comercios utilizan generadores a gasolina o diésel, aunque su uso está restringido por el alto costo del combustible. Además, muchas personas cocinan con leña o carbón, lo que reduce su dependencia de la electricidad para las tareas básicas. Las comunidades también tienden a organizarse y adaptarse a horarios que aprovechan al máximo la luz natural.