Conocí Agua de Coco desde que José Luis, amigo mío desde muy joven, andaba por Camboya y en una de sus visitas a Granada nos comentó su experiencia como veterinario con la ONG en la que trabajaba en ese tiempo, y su gran inquietud por hacer «algo» para que la vida de los niños y niñas de allí fuera mejor. Nos contaba que cada día cuando volvía del trabajo a su casa veía cómo le seguían en la calle sin tener dónde ir y tenía muy claro que esa situación se podía mejorar, aunque fuera un poquito.
Muy pronto apoyado por su familia nos comentó que había creado una ONG. Muy ilusionado por su proyecto empezó trabajando con familias en Camboya. Desde allí nos mandaba fotos y cartas; desde entonces me uní al proyecto y me hice socia colaboradora.
Desde muy niña en mi familia y colegio me hicieron ver que los que vivimos en esta parte del mundo somos privilegiados y tenemos o deberíamos compartir lo que nos llegó por haber nacido en un lugar con muchas comodidades y familias que nos cuidan y apoyan.
He viajado en dos ocasiones a Madagascar y he podido ver cómo Agua de Coco ha cambiado la vida de muchas familias, niños y jóvenes. La primera vez fue en el año 2000 cuando la sede estaba en Fianarantsoa. José Luis me llevó a conocer en vivo y en directo la labor que realizaba allí, y pude ver cómo los y las malgaches beneficiarios habían mejorado sus condiciones de vida. Más tarde en el 2013 tuve la oportunidad de volver y comprobar cómo los proyectos se habían hecho realidad y habían aumentado sobre todo los relacionados con la educación para el desarrollo y para mejorar la calidad de vida de las mujeres y de los niños y niñas.
Ha habido muchos momentos especiales relacionados con experiencias: en mi primer viaje, llevamos a los niños y niñas a la playa de Mangily (Tulear). El maestro del pueblo, muy amable, nos ofreció la escuela para que nos alojáramos allí. Retiramos los pupitres y montamos allí nuestro alojamiento. Esos niños y niñas no habían visto el mar, era su primera experiencia en la playa.
Paseamos en canoas que José Luis sacaba, no sabemos de dónde para la ocasión, tengo grabadas en la memoria esas caritas de felicidad e ilusión, era la primera vez que veían el mar y disfrutaban de él.
Ahora, como soy profesora, llevo a cabo el Proyecto NAMANA en mi centro, y desde hace tres años realizamos en el colegio sensibilización y colaboración con una Carrera Solidaria con la participación de todos los alumnos y alumnas del colegio. El equipo directivo, el profesorado y las familias apoyaron desde el principio esta iniciativa, que se incluye dentro del Proyecto Escuela Espacio de Paz de mi centro, proyecto del que soy coordinadora desde hace varios cursos.
Me hacía muchísima ilusión que el coro Malagasy Gospel viniera a Sevilla y concretamente a Tomares, municipio donde yo trabajo. El año pasado por fin, tuvimos en el colegio la visita de las niñas y niños del coro. Fue una gran experiencia de convivencia durante el recreo con juegos y canciones, también en las aulas compartiendo risas y dibujos. Disfrutamos comiendo juntos una deliciosa paella.
Su actuación en el Auditorio de Tomares fue un gran éxito.
En cuanto a cómo veo dentro de 25 años al «Coco» pues…ya seré muy mayorcita y espero y confío en que estos preciosos proyectos sigan adelante y aumenten los beneficiarios.
Cómo el equipo que a día de hoy tenemos en Agua De Coco está muy comprometido e ilusionado, no tengo duda de que habrá siempre personas dispuestas a trabajar por un mundo más justo y ayudar a conseguir una vida más digna para los niños y niñas de Madagascar, Camboya y otros lugares en los que se puedan iniciar nuevos proyectos de la Fundación Agua de Coco.