La población gazatí lleva dos años sufriendo las devastadoras consecuencias de un escenario de violación de derechos humanos, impunidad e inacción internacional.

Ante la mirada incrédula del mundo, el ejército israelí ha ido traspasando los límites de lo que se considera legal incluso en el contexto de la guerra. Porque sí, hasta en la guerra existen normas: normas que todos los Estados se comprometieron a respetar cuando firmaron los Convenios de Ginebra, el marco jurídico que rige el Derecho Internacional Humanitario (DIH).

El DIH nació hace casi dos siglos, inspirado por la necesidad de preservar un mínimo de humanidad incluso en medio de la violencia. Su origen se remonta a 1859, cuando Henry Dunant, un empresario suizo, fue testigo de los horrores de la Batalla de Solferino. Conmovido por el sufrimiento de miles de soldados heridos y abandonados en el campo de batalla, organizó de manera espontánea la ayuda de la población local, sin distinguir bandos. De aquella experiencia nació su libro Un recuerdo de Solferino (1862), en el que defendió la idea de que incluso la guerra debe tener límites y que es deber de todos proteger la vida humana.

A partir de esa visión, en 1864 se firmó el Primer Convenio de Ginebra, inicialmente ratificado por 12 países europeos. Con el tiempo, este marco jurídico se amplió y consolidó en los Cuatro Convenios de Ginebra de 1949, ratificados hoy por 196 Estados, lo que los convierte en el tratado más universal de la historia.

Pero, ¿qué regula el DIH?

El Derecho Internacional Humanitario busca limitar los efectos de la guerra y proteger a quienes no participan directamente en las hostilidades. Entre sus principios fundamentales se encuentran:

Protección de la población civil: debe ser respetada y protegida frente a ataques, desplazamientos forzados o castigos colectivos.
Atención a heridos y enfermos: todos deben recibir cuidados médicos sin discriminación.
Protección del personal sanitario y humanitario: no pueden ser atacados y deben gozar de seguridad especial.
Trato humano a los prisioneros de guerra: prohibición de la tortura, los malos tratos o las humillaciones.
Respeto a instalaciones médicas y humanitarias: hospitales, ambulancias y centros de socorro deben permanecer fuera de los ataques.

Sin embargo, el conflicto en Gaza representa hoy una vulneración sistemática de estos principios. El estado de sitio que impide a la población civil huir, los bombardeos sobre edificios residenciales, escuelas y hospitales, así como la restricción de acceso a la ayuda humanitaria, han convertido a Gaza en un territorio donde la humanidad parece haberse desvanecido.

Dos siglos después del nacimiento del Derecho Internacional Humanitario, el mundo presencia cómo sus normas más esenciales son ignoradas, poniendo en cuestión no solo la eficacia de los tratados, sino la voluntad global de hacerlos cumplir. Gaza se ha convertido en el escenario más doloroso de esa traición a los principios que pretendían —y aún pretenden— preservar la dignidad humana incluso en la guerra.

Desde Fundación Agua de Coco condenamos firmemente el ataque y la situación extrema a la que se está llevando a la población palestina, y exigimos que el respeto al Derecho Internacional Humanitario deje de ser una aspiración y vuelva a ser una obligación de todos los países. No podemos dejar que la humanidad quede relegada a un plano secundario.