Mezcla de cariño, ilusión, trabajo y solidaridad nos viene a la cabeza cuando pensamos en esta experiencia de voluntariado con Agua de Coco en Battambang.

Pese a lo precipitado de nuestro viaje y al escaso margen de preparación que le dimos a la oficina de Camboya, allí nos recibió Thearout y su equipo con muchas ganas de agradar, de hacernos la vida fácil y, porqué no decirlo, de trabajar, de aprovechar el tiempo y de empaparnos de hacer cosas variadas e interesantes. Cada mañana, a primera hora, se hacía el reparto de tareas y lugares de trabajo para que todos supieramos nuestro cometido diario… Y allá íbamos zumbando en nuestras pequeñas motocicletas, en medio de aquel tráfico bullicioso y divertido…

Mi cometido principal -soy Marta- fue “corte y confección”: sacar patrones de dos vestidos para luego confeccionarlos. Pasé la mayoría de los días en un taller de costura enseñando la técnica del patronaje a dos camboyanas -ellas cosen sin patrones-. Las tres nos pusimos manos a la obra; yo, sin tener ni idea de su lengua ni ellas de la mia. Aún así, fuimos capaces no sólo de entendernos y comunicarnos, sino de acometer los continuos problemas que surgen al confeccionar un vestido. Fuimos capaces además de pasarlo bien, de ayudarnos y de aprender las unas de las otras.

El hecho de que el taller estuviera situado en casa de una de ellas guardaba una sorpresa aún mayor… Me permitió conocer a sus familias, acercarme a su vida cotidiana, a sus inquietudes y a saber cómo es el día a día en un hogar de Camboya. Aprendí cómo se ayudan los unos a los otros en los barrios modestos, la camaradería que existe entre los vecinos, la educación infinita de los niños, su día a día, su forma de comer, de acoger a la gente en sus casas… en definitiva, su solidaridad y su sencillez.

Mi trabajo -soy Miguel el que ahora escribe- fue muy variado y enormemente divertido. ¿Quién me iba a decir a mí, acostumbrado a mis clases y mi despacho, que iba a ejercer de albañil, pintor, carpintero o sastre? Sorprenderme a mí mismo haciendo cemento, colocando ladrillos, hilvanando telas o pintando paredes, ha sido todo un descubrimiento y un ejercicio inmenso de autoestima al poder contemplar, al final de cada jornada, la obra realizada con mis propias manos y que hasta entonces juzgaba imposible de acometer.

¡¡Y cómo buscar palabras para transmitir la inmensa satisfacción y las lágrimas vertidas al hacer entrega -el último día- de aquella vivienda terminada y financiada por Agua de Coco a la familia a la que iba destinada: una pareja de ancianos viviendo con sus cinco nietos en situación de absoluta necesidad!!

¡¡Pero también tuvimos ocasión de ejercer como titiriteros!! Los niños son un objetivo prioritario para Agua de Coco y por lo tanto Marta y yo decidimos preparar una actuación de marionetas y representarla en uno de los colegios beneficiarios de la Fundación. Por supuesto, el guión, títeres, escenario, voces y efectos especiales (¡hubo incluso que representar una inundación!) fueron elaborados por nosotros mismos y, por lo tanto, copyright absoluto de Coconut Water Foundation. La experiencia fue inolvidable. Para ello contamos con la inestimable ayuda de Sop que se ofreció para traducir, con mucha chispa, nuestra representación del inglés al camboyano.

No quisieramos dejar de resaltar que durante nuestra estancia coincidimos con un grupo de nueve cooperantes francesas, estudiantes de medicina, que tambien estaban trabajando en Battambang, acreditando la presencia de la ONG fuera de nuestras fronteras. Desde aquí queremos reconocer la enorme generosidad y entrega con la que realizaron su trabajo.

Es curioso; la impresión al llegar a Battambang y enfrentarnos a nuestro trabajo en la ONG es como cuando, por primera vez, te enfrentas al tráfico de Camboya… La situación te resulta dificil, extraña, caótica, inabarcable, pero enseguida te das cuenta que está todo controlado, que hay un perfecto orden, que todo el mundo ayuda, y que el lema es “haz que el otro no tenga problemas, y para ello, colabora”… Y entonces descubres que aquel universo tiene su orden, y que, sin esfuezo, sin recriminaciones ni bocinazos, los demás abren un hueco para tí y tu motocicleta, para que, a pesar del enorme tráfico, o de la intensa lluvia, puedas llegar mejor a tu destino… en fin, ¿qué más se puede pedir?