Me llamo Hareko y tengo 12 años.
Somos cuatro hermanos (2 niños y 2 niñas). Conocí a Agua de Coco por mi hermana mayor, ya que ella siempre me llevaba al cine (Centro de Arte y Música) cuando no estábamos estudiando y cuando paseábamos.
Mis aficiones son el cine y cantar pero prefiero el “tantara” (juego de rol que se juega con varias piedras en lugar de marionetas, que son personajes de la vida cotidiana de las niñas y niños y se hablan entre sí). Antes de vivir en la residencia, mi hermana y yo vivíamos con nuestro padre en una casa de paja en un barrio de Tulear. Allí, me encargaba de cocinar el desayuno por la mañana antes de ir a la escuela.
Mi padre es un curandero tradicional y perdimos a nuestra madre cuando éramos pequeñas. Por este motivo nuestro padre está haciendo todo lo posible para garantizar unas mejores condiciones de vida para nosotras. Él se hace cargo de nuestras necesidades casi siempre, a pesar de no estar siempre presente. Él recorre a menudo otras localidades de Madagascar por trabajo. Cuando tiene menos clientes y no nos puede mandar dinero comemos maíz, mandioca o lo que podamos.
No suelo ver a muchas amigas, tanto en la escuela como en mi vecindario. Vivimos en el barrio de Betaritariky y estudié en el EPP Besakoa. De hecho, en nuestro barrio, la gente se nos quedaba mirando por nuestro padre. Además, es una zona peligrosa y hay mucha gente que toma drogas. Todo esto nos tenía muy asustadas a mi hermana y a mi, por eso siempre íbamos juntas y éramos un dúo inseparable. Si una se enfermaba, la otra le cuidaba, por eso faltábamos a menudo a la escuela.
En 2013 me seleccionaron como una de las beneficiarias del Centro de Educación Nutricional de Tanambao. Desde entonces, me han interesado las actividades de Agua de Coco e incluso entré en la Bloco Malagasy en 2014 con mi hermana. Yo sigo en la Bloco y mi hermana forma parte del grupo de circo del Centro de Arte y Música.
Antes de unirnos a este grupo, pasábamos nuestros ratos libres haciendo bromas y hablando antes de irnos a dormir. También nos gusta escuchar música en la pequeña radio de mi padre.
Los problemas de mi padre en su trabajo continuaron. Y se volvió un problema que afectó a mis estudios porque no tenía la posibilidad de pagar nuestras cuotas escolares. Esa fue la razón por la empecé a vivir en la residencia para adolescentes de Agua de Coco el año pasado.
Agua de Coco cambió mi vida porque pude florecer y tener amigas. La conclusión es que me ayudó en mis estudios y en mi salud. Además, me ha permitido conocer personas que hoy son mis amigas y que viven también en la residencia como Maria, Erica, Jocyline y Alime. También aprendí a amar la música porque en la Bloco tocamos percusión. Desde que Agua de Coco me aceptó como beneficiaria mi vida ha cambiado rotundamente. Yo diría que las personas de Agua de Coco son acogedoras y sociables y saben cómo hablar con los padres para que cuiden a sus hijos. Pero también me gustaría que Agua de Coco se expanda a otras regiones para que otros niños en la misma situación puedan recibir ayuda.