Leire e Imanol son dos jóvenes de 27 años que viven en un pueblo llamado Getxo, al norte de España, en la provincia de Bizkaia. Tras ocho años de relación, se casaron el pasado mes de julio, y eligieron Madagascar como destino para su luna de miel. Una vez allí decidieron visitar nuestra organización Agua de Coco la cual les impactó y les encantó por la labor medioambiental, social y educativa que Agua de Coco lleva a cabo sobre el terreno.

¿Cómo nace la idea de viajar a Madagascar?

La mayoría de la gente elige para su luna de miel destinos “más cómodos” como el Caribe o Nueva York. Sin embargo, nosotros buscábamos un país que no estuviera masificado o transformado por el turismo. Nunca habíamos visitado África y Madagascar nos atraía especialmente por su fauna y su flora tan diferente y única en el mundo. Queríamos ver los famosos lémures, las selvas, los camaleones, las ballenas, los arrecifes de coral… un sinfín de tesoros naturales que ofrece esta isla. Habíamos visto guías de viaje, foros de internet, documentales de TV… y teníamos ya más o menos una idea de lo que allí podíamos encontrar. Habíamos leído también que era un país muy pobre (aunque nuestra imaginación no se acercaba ni de lejos a la realidad) y pretendíamos visitar varias ONG para aportar nuestro pequeño granito de arena.

 

¿A través de quién o cómo conocisteis nuestra organización Agua de Coco?

Conocimos Agua de Coco a través de internet. Se dice que un viaje no empieza en el momento en el que coges el avión, sino el día que empiezas a planificarlo. Nosotros iniciamos nuestra búsqueda unos seis meses antes, consultando y recopilando información sobre Madagascar en internet, guías, foros, etc. Fue entonces cuando tuvimos noticia de algunas de las ONGs que trabajaban en Madagascar, entre ellas Agua de Coco, y nos llamó la atención la cantidad de ámbitos de actuación que abarcáis y la información tan detallada de la página web. Por este motivo decidimos ponernos en contacto con miembros de Agua de Coco para visitar tanto la sede en Tulear como el Hotel Solidario en Mangily.

 

¿Cómo describiríais nuestra labor en Madagascar?

La verdad es que nos impactó muchísimo el radio tan amplio de actuación que tiene la ONG en el país. Es increíble y muy inspirador para nosotros comprobar que lo que empezó siendo un pequeño sueño de dos personas se ha convertido hoy en un megaproyecto impresionante que ha cambiado la vida de cientos de malgaches. Es bonito ver que la labor de Agua de Coco no se queda en cambios superficiales sino que tiene una raíz profunda y firme que está asentando los cimientos del cambio de la sociedad en el país. Esta organización actúa en varios niveles desde la educación básica hasta la formación para el empleo, la erradicación de la explotación infantil y de la prostitución, la alimentación y la sanidad infantil, la promoción de la cultura y el deporte, etc. Hemos tenido la oportunidad de visitar y conocer personalmente a muchas de las personas que trabajan y colaboran con la organización, las cuales tienen un entusiasmo y una fuerza que se contagia y que te impulsa a seguir hacia adelante. Ese cariño y ese espíritu con el que trabajan y sueñan cada día es el que saca adelante este proyecto y para nosotros ellos son todo un referente a seguir.

 

¿Qué opináis de los proyectos educativos que Agua de Coco está llevando a cabo?

Es imprescindible la labor que realizan escolarizando y alimentando diariamente a los niños y niñas para combatir la malnutrición y el analfabetismo así como evitar que los niños trabajen en las salinas y en las minas, y ofreciendo residencias a las niñas para prevenir la maternidad y la prostitución infantil. Igualmente es fabuloso poder contar con programas de formación para enseñar a los jóvenes a sacar el máximo rendimiento a los cultivos y al ganado y de este modo asegurarles un medio de vida.

 

¿Animaríais a la gente a que aporten su granito de arena para que proyectos educativos de este tipo se sigan desarrollando en nuestra organización? ¿De qué manera creéis que esas personas podrían colaborar con Agua de Coco?

Por supuesto, animaríamos a todas las personas a que colaboren con Agua de Coco puesto que es muy necesario que esta organización continúe con la labor en el país dada la falta de ayuda del gobierno malgache. La única ayuda de la que dispone el país proviene de organizaciones como la vuestra que promueven el desarrollo social y económico. Todas las personas deberíamos colaborar para garantizar los derechos humanos básicos, puesto que es nuestra responsabilidad. No somos conscientes de lo ricos y afortunados que somos y lo injusto que es que otros como nosotros no dispongan de algo tan básico como un plato de comida, agua potable o medicamentos. Tenemos que apoyar estas iniciativas. Hay muchas maneras de colaborar, se puede hacer económicamente pagando la cuota de socio o haciendo una donación puntual. También se puede colaborar como voluntario viajando a Madagascar y conociendo la realidad que se vive allí y formando parte del equipo de voluntarios durante una temporada. Es una experiencia que marca de por vida y que recomendamos a todas las personas.

 

¿Qué os ha aportado esta experiencia?

Ha sido un viaje que nos ha marcado profundamente hasta tal punto que ya no somos los mismos. Ha sido una experiencia muy bonita y también muy difícil de asimilar y procesar. Hemos salido de nuestra burbuja de comodidades y hemos conocido otro mundo muy impactante. Hemos aprendido a valorar lo que tenemos. Desde que volvimos de nuestro viaje, por ejemplo, hemos tomado la costumbre de dar gracias por la comida antes de comer. Cada día procuramos ser conscientes de lo afortunados que somos y apreciar cada cosa y cuidarla sin desperdiciarla. Hemos aprendido también a no quejarnos, a sufrir un poquito más y a diferenciar entre lo que son problemas reales y lo que son tonterías. Cosas que antes nos preocupaban mucho ahora ya no nos preocupan en absoluto. Hemos aprendido a vivir más tranquilos con la certeza de saber que la vida fluye y en medio del caos todo puede funcionar. Hemos aprendido a vivir un poco más al día, valorando el momento presente e intentando ser felices sin pensar en ayer o mañana. Y ante todas las cosas hemos aprendido que la felicidad está dentro de nosotros, y el único obstáculo que existe para alcanzarla somos nosotros mismos. Hemos aprendido a no tener miedo a perseguir nuestros sueños y a creer más en ellos. Muchas veces nos colocamos trabas imaginarias en nuestro camino, que sólo son excusas y miedos para no emprenderlo. De hecho, a nuestra vuelta de este viaje nos hemos animado a emprender algunos proyectos que hacía tiempo teníamos en mente. Y también hemos aprendido a ser más solidarios y responsables con los problemas de los demás y hemos empezado a colaborar más activamente. Creemos que todos nosotros deberíamos vivir la experiencia de viajar a un país como Madagascar para aprender a vivir de otra manera, a valorar lo que tenemos y a ser más solidarios.

 

¿Recomendarías Agua de Coco para quienes deseen hacer un voluntariado?

Sí, en nuestro viaje tuvimos la oportunidad de conocer a muchos voluntarios de Agua de Coco (en las instalaciones de Tulear, en la granja-escuela de Fianarantsoa y en el Hotel Solidario Mangily) y todos coincidían en que era una experiencia maravillosa. Agua de Coco ofrece la posibilidad de colaborar en muy diversos ámbitos y nos parece la manera perfecta de acercarnos a la realidad del país, tener un contacto mucho más real y humano con las personas y aprender de ellas, ponernos en su piel, entender sus problemas y sentirnos parte de esa gran labor que lleváis a cabo allí.

 

¿Qué es lo que más os ha gustado del país? ¿Qué destacaríais?

Es muy difícil elegir lo que más nos ha gustado. Madagascar sorprende y enamora desde el primer día, por muchísimos motivos. Quizás lo más evidente pueden ser sus parques nacionales y la gran diversidad de flora y fauna que ofrece al visitante, desde orquídeas endémicas hasta camaleones y lémures únicos en el mundo. Los paisajes son muy diversos también desde arrecifes de coral o playas paradisíacas, hasta desiertos y selvas lluviosas. Sin embargo, por encima de toda esta belleza natural, lo que más nos ha conquistado ha sido la humanidad de las personas. Llama muchísimo la atención cómo muchos malgaches viven en la pobreza, ya que apenas tienen un plato de arroz al día para comer, pero que sin embargo son felices. Nunca habíamos visto gente tan pobre y tan feliz a la vez. Y eso impacta mucho y te hace reflexionar y plantearte muchas cosas.

Si tuviéramos que definir Madagascar en una palabra diríamos alegría. Todo en Madagascar late con fuerza como si la vida naciera a cada segundo. Allí todo se comparte, allí se vive en la calle en sintonía con la naturaleza, se trabaja bajo el sol y no existe el singular, la gente se agrupa en corros, en familias, en poblados, porque lo individual no es importante, sino lo colectivo. Allí no existe el estrés ni las prisas, no hay horarios, no hay compromisos. Se levantan y se acuestan con el sol, trabajan la tierra, el ladrillo o la casa, y tienen tiempo de reír y de cantar. Viven, sobreviven, quizás de una manera más auténtica y más natural que nosotros. Conocen los secretos de las plantas, saben bailar alrededor del fuego, dar las gracias y mostrar amor y respeto a los demás. Evidentemente es un modo de vida difícil porque cada día tienen que trabajar para comer. Pasan hambre, pasan sed, acarrean enfermedades. Quizás por eso viven tan intensamente. Quizás por eso sonríen con el corazón, porque cada segundo cuenta. No hay descanso, el corazón late con fuerza y es un cara a cara con la vida. Por eso se entregan sin reservas, por eso lo dan todo, sin exigir nada. Madagascar es transparente y tremendamente humana porque la gente sabe ser feliz con lo poco que tiene. Sabe sentir todo con fuerza, el sol, el sabor, el olor, la tormenta, e incluso el frío y el hambre. Allí, se es consciente de todo y se comprende que no existe más secreto que agarrar la vida con fuerza, sin miedo. Por eso sonríen con el alma y aceptan su camino y se es consciente de que sus raíces están unidas a una comunidad con quien debe compartir la tierra y celebrar cada éxito y cada fracaso. Tienen muy arraigado en su interior el sentimiento de pertenencia a un grupo y la importancia de compartir.

Creemos que nuestra sociedad tiene mucho que aprender del pueblo malgache. Para nosotros ha sido una luna de miel maravillosa, nos ha encantado conocer este país y esperamos poder regresar en un futuro.